sábado, 26 de febrero de 2011

Jean Laffite en Cayo Cristo


Los últimos días del pirata.

 En 1821 llegó a Cayo Cristo una embarcación mandada por un hombre de tipo distinguido, trigueño, con catorce hombres en su tripulación y allí se quedó con su esposa.


El capitán decía llamarse Bretón y ser mitad español y mitad francés. De vez en cuando salía de viaje con sus marinos dejando a su mujer en el cayo. En una ocasión le trajo un clavicordio y ella lo tocaba como los mismos ángeles, pero solo a su marido y a puertas cerradas. Sus hombres lo admiraban y respetaban pues él no era de su misma clase, mostraba ser un caballero culto,pero sobre todo era un excelente espadachín y manejando muy bien la pistola todos le temían.Una especie de Conde exiliado,un misterio que a nadie le interesaba aclarar.

En el cayo le nació una hija a la cual bautizaron como María y allí creció con los años. Su padre salía en largas temporadas y luego regresaba con al carga que le permitía mantener un cómodo régimen de vida. Fue visitado en ocasiones por gente ilustre pero nadie conocía en realidad de quien se trataba. Su tripulación con sus mujeres hicieron una verdadera población en Cayo Cristo pero nunca su refinada esposa se mezcló con el resto de los vecinos y solo hacía tocar su clavicordio en un lamento que escuchaba todo el islote.

La niña seguía creciendo rodeada del misterio que envolvía la procedencia de sus padres. Se empezó a rumorar que él era un noble exiliado, quizás un corsario retirado,un jefe pirata que vivía en aquel tranquilo refugio para disfrutar en paz de sus riquezas…que sus viajes eran solo un pretexto, porque el oro lo guardaba en cofres y que tenía tantos que algunos los había enterrado en lugares especiales,más seguros que el cayo,para futuras contingencias.

La esposa era una culta mujer que hablaba varios idiomas y servía de maestra a la pequeña María por no existir escuelas allí. En Sagua e Isabela ya se hablaba de “el hombre de Cayo Cristo” y el misterio que lo rodeaba.Mientras más crecía la niña más preguntas le hacía a su madre sobre quienes eran,de donde venían,quien era su padre y sobre todo le intrigaba un cuarto que durante toda su vida estuvo cerrado con llaves.Su madre le explicaba que en ese cuarto su padre guardaba papeles y pertenencias íntimas,también le explicaba que con el tiempo ella le contaría más de sus pasados.


Un día corrió por la arena a esperar el barco de su padre que anclaba pero se extrañó que este no bajó de primero como siempre lo hacía,en cambio todos los lobos de mar bajaron con rostro sombrío y dirigiéndose a su casa le dieron la triste noticia a su madre de que el capitán había muerto de fiebres en las costas de Yucatán. Aquello fue horrible para la fiel amante que completamente destruída nunca más tocó el clavicordio.Los hombres de mar también estaban muy afligidos y sin rumbo. Todo había terminado,el principal guía de todos había dejado de existir.¿Qué harían sin él?.Aquella comunidad se fue disolviendo y la bella dama murió de tristeza. María que ya tenía 18 años decidió entonces mudarse para Sagua y hacia allá fue con su fiel criada Yambi dejando atrás sus años dorados de Cayo Cristo.

Una nueva vida comenzaba para ella con el nombre de María Rodríguez y con el tiempo se casó con un hombre de apellido Alonso formando una familia que mezclada entre la naciente sociedad sagüera fue borrando su intrigante pasado del cayo, pero he aquí que comienza la fascinante historia cuando, pasado muchos años Doña Mariquita, como le llamaban sus vecinos,decidió contarle a la abuela de Don Rafael Rasco las verdades de sus antepasados.

Era el año 1895 y ya María o Mariquita tenía 73 años y la abuela de Rasco tendría unos 34 en esa fecha. Alicia, la hija de María se había casado con Juan Antonio Someillán hermano de la abuela de Rasco y todo quedaba en familia.

Comenzó doña Mariquita contándole que en realidad los nacidos en el Cayo eran de descencia pirata,ella lo era. Su padre no era en realidad el capitán Bretón como todos creían,ese era un sobre nombre para ocultar el real,pero eso se lo contaría después. Su madre era de una de las familias criollas más conocidas de Louisiana y vivían en una plantación al norte de Nueva Orleans que era uno de los lugares que su padre visitaba con frecuencia.

“Mi madre fue educada en la Ursulinas-que entonces era la escuela a la que asistían las señoritas de aquella sociedad- preparada,en fin,para hacer un gran matrimonio,pero se enamoró de un hombre que no era exactamente lo que su familia quería para ella.Se enamoró,y él de ella. Estos amores fueron un secreto porque él-que era un caballero no quizo nunca que a ella la rozara nada de la fama que él tenía porque pensaba- según mi madre me decía- que no era digno de ella; por eso el secreto, porque sabía que un día tendría que irse y no quería dejarla con el estigma a los ojos de aquella sociedad de haber sido la novia del pirata que probablemente en la lengua de la gente sería calificada como la amante. El lo sabía porque conocía aquel ambiente, sabía que lo temían, lo adulaban, pero que eran capaces de clavarle un puñal por la espalda”.

Por eso la noche que él vino a despedirse, cuando le explicó la situación,ella, sin pensarlo dos veces, decidió irse con él. El no quería llevarla, pero ella se lo pidió, se lo suplicó,le dijo que el día que él se fuera de su lado sería la muerte para ella, como luego fue en realidad. Por eso, por el secreto absoluto de estos amores que nadie ni sospechaba, mucha gente pensó que el pirata en su huída, había raptado cobardemente a la más bella flor de Nueva Orleáns. La verdad nadie la sabía, que era ella la que le había implorado para que se la llevara”.


Y doña Mariquita que ya no estaba tan alegre,recordando todo aquello que era la historia de su padre y de su madre, terminó aquella parte de su narración, diciendo:

Desaparecieron de Louisiana, nadie más supo de ellos.

Un momento después la abuela de Rasco, que estaba realmente interesada en la historia, volvió a preguntarle:

¿Y cuando sucedió todo eso?

En 1821-le repuso doña Mariquita; y empesó desde el principio a desarrollar su larga historia contándole que su padre había llegado a Nueva Orleans al año de la compra de Louisiana por los Estados Unidos y pronto llegó a ser un ciudadano muy conocido en esa localidad donde se relacionó con personalidades muy importantes de la sociedad como abogados y politicos,incluso uno de ellos, Latour, lo fue a visitar a de Isabela a Cayo Cristo en una ocasión Cuando llegó la Guerra su padre ofreció sus fuerzas de más de mil hombres y un puñado de barcos armados y gracias a su ayuda la ciudad no cayó en manos de los ingleses.Luego de esto decidió marcharse con su esposa al paraíso de Cayo Cristo y nunca más se supo de este interesante personaje.


El pirata de esta leyenda se llamó Jean Laffite y la historia no conocía su destino final, pero gracias a la revelación de su hija María en 1895 a la familia Someillán es que este fascinante relato se ha podido rescatar del olvido. En algún lugar de Sagua La Grande deben quedar los restos del clavicordio de Marie Dubois y los documentos de Laffite que su hija tanto conservó. Por muchas venas de actuales sagüeros corre la sangre de aquel temible corsario de los mares,el legendario Jean Laffite.


Nota de Pedro Suárez Tintín: El 4 de Enero de 2001 hablé telefónicamente con Rasco para confirmar algunos datos genealógicos y sobre su narración. Su prima Kitty Brown de Barturen me dió su teléfono pues él vive como retirado en Long Island, Nueva York donde ha sido por mucho tiempo profesor de español y literatura en St. Paul’s School, Hofstra University, Adelphi Suffolk College y en el C.W. Post College de Long Island University. Se trata de un ser humano verdaderamente excepcional y me ha confirmado como algo familiar este relato tan conocido en las calles de Sagua a principios del siglo XX y los narramos por primera vez en Internet (22 de Agosto de 2001). Para mi constituye una de las investigaciones más interesantes que he realizado sobre la jurisdicción de Sagua La Grande.




Para ampliar sobre cada caso:
ARCHIVO SABANEQUE





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