miércoles, 26 de enero de 2011

La Capa del Cementerio

Era una noche lluviosa de 1854, no había parado de diluviar en todo el día y los perturbadores truenos hacían santiguar a las abuelas,que a la luz de las velas, tejían con largas agujetas.Toda Sagua estaba encerrada en sus viviendas a punto de dormir pues no era mucho el entretenimiento casero que existía y los jóvenes más inquietos tenían que crear su distracción diaria para así poder saciar esa llama de aventura tan propia de la edad.Todos los farolillos de carbón del frente de las casas estaban apagados y la Villa del Undoso hundida en tiniemblas densas.


Los únicos seres vivientes que osaban transitar por las oscuras calles lo eran algunos perros vagabundos y un grupo de muchachones,que sin nada que hacer,planeaban algún reto entre la iglesia de madera y la Plaza del Recuerdo en las esquinas de las calles Progreso y Esperanza. Todos con capas de agua y un farolito que protegían del atronador diluvio.Allí esperaban a las 12 de la noche,hora siniestra en que la mano del demonio asecha al débil para alimentarse con la energía de su pánico.

Faltando solo 15 minutos para la hora más temida del siglo XIX,el grupo de 6 jóvenes comenzó a caminar por toda la calle de Colón y al llegar a Aurora bajaron a buscar el Barrio de Rodas tramo fangoso donde aún estaba por construir las calles asfaltadas.A partir del límite de Virtudes comenzaba la larga y temida alameda del Cementerio, lugar jamás visitado de noche, y mucho menos “a las doce”.Los muchachos intentaban acompañar a Celestino y Fermín,los dos desafortunados que les había tocado por sorteo,penetrar en el camposanto y clavar una estaca en la tumba de un odioso español de la policía local que se decía estaba endemoniado poco antes de morir.


Al llegar a la calle Virtudes terminó el apoyo de la comitiva y ambos tuvieron que continuar solitarios a lo largo de la recta avenida de álamos y gigantescos árboles que formaban una aterradora garganta forestal hacia el “más allá”.La ruta del cementerio iluminada por los constantes relámpagos y el aplastante golpe del temporar tenía ya muy alterado a Fermín que era el elegido para la satánica misión de profanación que de no ser por su honor ya se huviera retirado del supuesto juego.

Al llegar al gran portón Celestino abrió la verja de hierro y esperó que su amigo pasara primero, ya era muy grande el terror que los dominaba pero tenían que continuar.Con pasos muy medidos se adentraron en el cementerio donde una gran elípse de mármol negro anunciaba en letras doradas:

“Spectamos hic,donee veniat immutatio nostra”.Un camino conducía hacia la derecha en medio de hermosos y decorados sepulcros de gente de mejor condición social,pero al final del camino comenzaban las cruces de hierro clavadas en tierra donde debían encontrar el reducto de su víctima. La cerrada lluvia apenas les permitía leer las inscripciones en lápidas y cruces,pero el sitio ya lo conocían de antemano y esto les permitió localizarlo sin error a equivocarse.Allí estaba la sepultura del loco al que debían desafiar y mirando su reloj de bolsillo Celestino señaló a Fermín que ya debía comenzar.

El jóven tembloroso casi a punto de estallar comenzó a clavar la estaca con una piedra que apenas podia controlar por sus encrispados nervios, y luego de varios golpes el tronco quedó firme en el fango de la fosa.

Vamos,vamos ya-le dijo Celestino-ya terminastes tu mission,vámonos de aquí…

Pero no había terminado de dar su orden cuando un espantoso grito le congeló la sangre en cada una de las arterias de su cuerpo.La cara de Fermín había quedado con una expresión de verdadero espanto y la boca abierta no emitía ninguna frase.Su amigo completamente fuera de sí soltó el farol y corrió a tacto por todo el estrecho camino de tumbas ,hasta que encontrado la entrada salió disparado por la recta avenida de Concha gritado a todo pulmón:-“Corran,corran…

Los amigos que allí esperaban,horrorizados con la actitud del infeliz colega,salieron disparados en distintas direcciones hasta llegar a sus casas donde se metieron en sus camas y sin poder dormir ni un solo segundo en todo el resto de la noche ,esperaron impaciente al día siguiente.

La noticia de la mañana fue impactante;había aparecido el cadáver del jóven Fermín en una tumba conocida del Cementerio de Sagua y sus ojos muy abiertos expresaban que algo espantoso debió haberle sucedido.No se le halló ninguna herida en su cuerpo y la autopsia no revelaba venenos ni otros tipos de posibles causas artificiales.No cabía dudas que el muchacho había muerto de miedo,un infarto instantáneo lo había furminado.Nadie ofreció testimonios y ninguno de los amigos de aventura se atrevió a hablar por el momento.

A pocos pasos de su cadaver se encontró su capa clavada a una estaca de madera…

Nota: Existen dos versiones más de este relato en Sagua La Grande, pero teniendo en cuenta que la aquí narrada es la más antigua de las tres,deducimos por tanto,que ambas son deformaciones agregadas con el tiempo.

Tomado del Archivo Sabaneque

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