miércoles, 9 de marzo de 2011

La Balsa de Noé

¿Sabía usted que en una época ya muy lejana, una famila sagüera escapó de una horrible inundación hacia Los Mogotes de Jumagua sobre una balsa de troncos?



Cuando se habla de inundaciones los sagüeros solo mencionan las dos grandes históricas que han quedado grabadas en la pared de la farmacia de Esparza frente al Casino Español en las calles Céspedes y Padre Varela ocurridas en 1894 y 1906 respectivamente en cuya crecida las aguas del río se unieron a la Laguna de los Hoyuelos al otro lado de la línea férrea actual. Pero ya por esas épocas muy pocos ancianos recordaban el horroroso diluvio de 1837 cuando las constantes aguas de Mayo mezclaron de forma inusual el Río,Laguna de los Hoyuelos y Mogotes de Jumagua.


Nunca antes la naciente población sagüera había comtemplado semejante cataclismo, aunque quizás, en la prehistoria este sí fuese un espectáculo común para nuestros indios. En esta ocasión no existió un techo donde refugiarse, ni una pared donde marcar los niveles de las aguas.

Por esos tiempos ya Sagua tenía 148 casas (entre ellas 41 de mampostería) que rodeaban a la hermosa iglesia de gruesos tablones de madera y reluciente tejado erigida en lo que hoy es el anfiteatro. En círculos concéntricos se abarrotaban:25 carpinterías, 7 zapaterías, 2 herrerías, 2 tejares, 6 panaderías, 2 billares, 10 tiendas de ropa, 5 carnicerías, 3 fondas-bodegones, 1 botica, 1 sastrería, 1 talabartería, además del cuartel español, 1 cementerio (en el sitio que hoy ocupa el banco Canadá), una valla de gallos (que luego se trasladó a Padre Varela y Salvador Herrera, propiedad del ilustre trovador de los campos de Cuba Don Francisco Poveda) y un correo entre otros establecimientos menores.

Desde principios Mayo, los aguaceros alarmaron a la población que no vió un solo momento de tregua. En pocos días el río se salió de su cauce y avanzando por las calles de Colón, Intendente Ramírez (hoy Solís) y el área del actual parque, se fucionó con la laguna que a su vez ya se unía a las ciénagas que se forman en Jumagua. El núcleo urbano se convertía entonces en un pequeño islote en medio de la gigantesca sabana ocupada por la laguna y la pobre gente atemorizada trasladaba sus pertenencias a los tejados de las viviendas y negocios.

No se dejó para la historia una estadística de las muertes y pérdidas materiales pero sí el curioso acontecimiento que protagonizó Don Pedro de Aguila el cual, preocupado por tan apocaliptico diluvio,construyó una gran balsa de troncos donde logró escapar a las lomas del Mogotes con toda su familia, pertenencias y su perro.

La hazaña de este pintoresco sagüero debe ser recordada en alguna placa de nuestra querida ciudad, así como los muertos de tan terrible catástrofe publicada en periódicos de fín de siglo pero luego silenciada en la oscuridad del siglo XX.

Muchos monumentos nos quedan por erigir, uno de ellos para este balsero terrestre.





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