sábado, 19 de marzo de 2011

La India Sencion

( Recopilación Magazine “La Lucha” - Sagua La Grande-1926 )


“Próximo al lugar donde hoy se alza la estatua del Conde Moré, en los jardines de la Estación de los Ferrocarriles Unidos, y sobre una pequeña eminencia que casi bordeaba la laguna con sus aguas cuando crecía y que,años más tarde,cuando allí llegó el poblado,los trabajos que se realizaron para la nivelación del terreno hicieron desaparecer, se levantaba,allá por los años de 1814 a 1816, una casita de yagua y guano que nadie habitaba y que nadie tampoco quería habitar por el supersticioso temor que infundían aquellos lugares en los sencillos vecinos del”.

“En aquella casita había vivido la madre de la niña “Sención” y allí había sobrellevado resignada hasta su muerte el dolor y la vergüenza del pecado horrible que la hija maldita cometiera Allí también vivió Sención cuando llegó con su familia a Sagua, en la postrimería del siglo diez y ocho o en los primeros años del diez y nueve. Era una familia de color, compuesta por el padre, la madre y Ascensión o “Sención”, como le decían a la hija, una joven de 16 a 18 años , algo montaraz, que pintan como un soberbio tipo de mestiza, aunque su pelo lacio, de color negro brillante de azabache, y los rasgos de su fisonomía denunciaban que, a la par del europeo y el africano, el indio reclamaba también un puesto entre sus progenitors.Por eso la llamaban India”.

“De esta familia sólo se supo entonces que eran de tierra adentro, que tanto el padre como la madre adoraban a la muchacha, a la que tenían “muy consentida”, y que habían venido a Sagua para alejarla de unos amores que no le convenían”.

“Por qué no le convenían aquellos amores no lo dice la tradición, ni dice tampoco cómo el amador pudo enterarse de que la india estaba en Sagua”.

“El hecho fué que, ocho o diez díaz después de la llegada aquí de la familia,la madre de Sención los sorprendió junto a la laguna en amoroso coloquio, y sorprendida ella a su vez, e indignada, los increpó rudamente”.


“El joven enamorado, pues hay que suponer que era joven y estuviera enamorado, recibió la represión sin protesta y se marchó enseguida, pero Sención, de carácter dominador y violento, sintiendo rebelarse en ella la salvaje fiereza de tres razas, se dirigió a su madre trémula, despidiendo fuego por los ojos y al tiempo que le gritaba:”Mamita: su merced me ha abochornado y no va a hacérmelo nunca más”,descargó su mano abierta sobre el rostro de la anciana…”

“Pero entonces ocurrió algo inexplicable o sencillamente milagroso.Mientras la madre le decía:

“Hija maldita, Dios te va a castigar” Sención se esforzaba inutilmente por retirar su mano,que parecía haberse soldado en el lugar de la cara donde dió el golpe”.

“Todos los empeños por separar la mano de la hija del rostro de la madre, resultaron completamente perdidos y, al fín, el padre,presa de la mayor consternación,fue a un ingenio distante en busca del emfermero, muy renombrado y que era al que se acudía por estos lugares en los casos de suma gravedad”.

“El enfermero ante el temor de que pudiera “irse en sangre” la anciana,se decidió por cortar la mano de Sención por la muñeca,y así lo hizo”.

“La India resistió la operación sin lanzar una queja;pero concluida,salió,sin ser vista,por el fondo de la casa y se dirigió a la laguna,en cuyas aguas desapareció”.

“Muchos años después solo habitaba aquella casita la madre infeliz,dedicada a tejer sombreros finos de yarey ,en lo que era muy experta, mientras en el lado izquierdo de su cara la mano cercenada, que con el tiempo se había vuelto de un rojo obscuro, dejaba ver sus cinco dedos y la parte colgante de la muñeca”.

“Y por muchos años también, todos los Viernes primero de luna, a las doce de la noche, se aparecía el “alma en pena” de la india Sención, emergiendo de las aguas, esbelta, más alta de lo que había sido con sus dos trenzas a uno y al otro lado del cuello cayéndole sobre el pecho, como ella las usaba en vida, con sus dos brazos levantados al cielo, y, en el lugar de la mano derecha , el muñón cubierto por los vendajes que el enfermero le pusiera…”

(Esta leyenda se desarrolla en la Laguna de los Hoyuelos durante la “fundación” oficial de Sagua La Grande a principios del siglo XIX ).

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